viernes, 19 de marzo de 2010

Un maldito policia en Nueva Orleans, de Werner Herzog

(AVISO importante: tengo un poco de fiebre, con lo cual es posible que se puedan presentar incoherencias textuales. Sepan disculpar. Muchas gracias).

Piña, patada, "sopapo chino" (by Alfredo Casero cuando presentaba esas pelis karatecas por i-sat), rodillazo volador, y un muuuuuuuuuuy largo etcétera de estos por el estilo podrían servir de inmediatos calificadores para describir la gran película de un enorme Herzog, que una vez más viene a confirmar lo que toda su obra se la pasa enunciando: le encanta romper los canones habituales y no tiene el menor inconveniente en correr riesgos para lograrlo. En efecto, basta con ver cualquier cosa de su filmografía anterior para observar las contadas (con la mano) ocasiones donde el director trabajó bajo la sombra de Hollywood, las particularidades de su cine, y su implícito lema que parece rezar "para hacer una película no hace falta plata, equipos caros, estrellas ni nada, se hace con lo que se pueda, pero se hace".
Su obsesión por la figura del antihéroe, la locura, el ambiente de lo salvaje siempre contrastando con lo urbano, los personajes sombríos, dementes, casi indescifrables, y otro largo etcétera quedan como son cosas patentes en sus filmes.
Todo esto sirve para aclarar que aún bajo dicha sombra es capaz de hacer pedazos un guión típico de policial o thriller común, que en sus manos toma la forma de lo que seria una suerte de bicho raro, bastante difícil de clasificar.
Ya con esa base nos encontramos con un policía casi totalmente inescrupuloso, pero no del todo, lo cual es otra cosa también patente del cine Herzogiano: nada está claramente definido, no hay villanos ni héroes, o al menos uno es claramente confundible con el otro. Se pueden percibir ciertos rastros de humanidad en el personaje, pero inmediatamente la escena siguiente viene a desmentirlo. Así la película es un ir y venir en forma de reflexión (a mi entender, claro está) acerca de la sociedad actual. Al no haber límite definido, no puede existir (y de hecho no existe) una moral de alguna manera preestablecida que el personaje defienda. Tengamos en cuenta que Herzog ambienta el relato en una Nueva Orleans post-Katrina, donde parece que cualquier rastro de "civilización" ha desaparecido. La vieja presmisa "la supervivencia es la del más apto (o poderoso)" parece volver a presentarse, carnificada por este hombre que muestra su arma y su autoridad por toda la ciudad para conseguir lo que sea que quiera, por más que tenga que sacrificar vidas para salir airoso. Pero lo peor es que además es plenamente conciente de eso, el mismo lo afirma o demuestra en varias escenas donde parece enunciar de alguna forma "si acá nadie es inocente, porque yo tengo que hacer el bien?". Es decir, la autoridad parece quedar como apenas una muestra residual en una suerte de western moderno que se alimenta de los restos de la tragedia (el huracán) que también es consecuencia directa de la sociedad que la termina pagando.
Es decir, Herzog se encarga de venir a confirmar que el monstruo sigue siendo el ser humano, y que no hay desastre "natural" en ingún lado. Ya podemos ver, como una especie de perlita, la toma punto de vista de los cocodrilos, reptiles o lo que sea que fueren, donde de alguna manera parece decir que no hay diferencia alguna entre dicho policía y ellos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

exelente que puedo decir, las criticas reflexivas de mi compañero futuro realizador de vuetros proximos proyectos y los suyos personales. Es una pelicula para recomendar. El personaje es un bastardo o un heroe-... Voy a conseguir mas comentarios.

Emh. dijo...

Lo de "sopapo chino" me hizo acordar a los últimos recitales de Los Natas a los que fui (hace ya bastante). El popurri de películas ponjas -y filmadas vaya una a saber cuándo- que pasaban de fondo, eran de lo mejor que te dejaba la noche. Karate old school.

La última de Herzog no la vi aún. Cuando sea el caso, vuelvo!