viernes, 7 de octubre de 2011

El Rock Vaginal


Yo venía esperando que arrancara a lo bestia. Como los había visto arrancar varias veces. Con eso que se arranca en cualquier lado. Como me gusta arrancar a mi (JUA). Con eso que arrancábamos todos los pibes en las minúsculas, humeantes, asantes, salas de ensayo en las épocas de secundaria y post, arremetiendo contra los instrumentos sin nada de técnica, ni de arte, ni de talento, ni de nada. Era arremeter por arremeter. Sumergirse de cabeza en la mierda y disfrutarla. Quizás se lo podría llamar, como comúnmente se lo llama, "tripa y corazón". Sí, talvez. Adolescentes reprimidos que gritaban a través de los instrumentos. Por decirle de alguna forma.

Pero era simplemente una zapada.
Y ellos...
Ellos siempre, al menos desde que tengo memoria, arrancan con esas zapadas que, quizás por estar en la época de los dvd´s, avis, mpeg, isopo, pancito, o lo que fuere, se empiezan a tornanrse un cacho lamentablemente previsibles. Pero esa previsibilidad es solo aparente. En el momento que arrancan con una de esas... Pero la puta madre... Era tan simple además. Venía, con la viola colgada, caminando con el mejor estilo Juancho el Pancho, que parece ni avivarse que enfrente tiene algo asi como 60 mil personas que la quieren agitar a lo bestia. El parece estar en esa salita de ensayo, donde no hay público ni nada que los moleste, donde pueden hacer lo que quieran, divertirse, pifiarla y demás y va a estar todo bien, porque la música, para ellos, para mí y para algunos más, también tiene que ver con eso, con la creación sonora sin certezas, con las imprevisiones sublimadas que surgen en el momento. Quizás por eso ellos nunca fueron de andar haciendo relaciones públicas con el, valga la redundancia, público en sus presentaciones en vivo. Es que no se trata de eso. No hay demasiado que decir. Y lo que pueden decir lo dicen con música. Con esa música rara que ellos inventaron.
Y empezaba a hacer cosas. Yo nunca entendí un pito de guitarra. Simplemente le metía mano y la guitarra comenzaba a pegar grititos histéricos, como de mina que la empiezan a manosear en esos autocines caretas de películas de surfers yankis de los 50-60, donde apenas se dan un besito y nunca muestran el tremendísimo fierro que probablemente se pegaban en la vida real. O no.
Pero bueno, era asi. El tipo con cara de mogólico que toca en una banda vecina y algo amiga, inglesa, que nunca me terminó de agradar del todo, dijo una vez algo así como que "no usamos la guitarra como sustituto fálico, sino como sustituto de clitorís". Yo nunca lo estudié a este tipo con mucha atención y sinceramente no lo voy a hacer, porque no me interesa, pero a Juancito lo venía siguiendo de cerca y puedo decir que es uno de los que más a rajatabla cumple con ese precepto. A la distancia se nota que para este muchacho la guitarra es un instrumento estrictamente vaginal, no importa si el mastil recuerda literalmente al pene. No tiene nada que ver. Y eso a mi siempre me gustó mucho. De hecho, estoy convencido de que existen también mujeres estrictamente vaginales. No todas lo son. No pasa por poseer o no dicho órgano sexual, pasa por otro lado. De hecho hay mujeres que me recuerdan más al pene que a cualquier otra cosa. Y no hablo de machas, tampoco tiene que ver con eso. Es complicado de explicar. Pero las mujeres que he visto que lo tienen tienden a reprimirlo con todas sus fuerzas. No quieren que se vea. Se averguenzan de tener eso que, para mi, es una gran virtud, pero como no va con la tendencia represora de hoy en día, de tacos que hace que parezcan caminar con zancos, esforzada y ridículamente; o faldas ajustadas con tornos industriales, quién sabe. Todo eso reprime, tapa. Es una cortina de humo de una mujer que intenta motrar que es osada, pero indica todo lo contrario. Todo esto es quizás porque siempre fui un enfermo del mencionado santasanctorum femenino. Es algo que me apasiona desde muy chico. De hecho no hay ninguna duda ni me avergüenza, como intentaron hacerme entender durante mucho tiempo. Me encanta el papo desde los cinco años (según la evidencia del recuerdo, puede ser hasta más atrás aún) hasta hoy en día mirar con atención los sucesivos triángulos incompletos con forma de flecha que se forman a través de la ropa. Es un órgano sutil, pero si uno presta atención... Hasta las pelotas. Pues eso. Y si encima, de alguna forma, esto se pudiese simbolizar sonoramente... Bueno a lo mejor lo vemos tres o cuatro que ya estamos demasiado del marote, pero sigue siendo válido.

---------------PROGRAM INTERMISSION--------------------------------------------------
Con lo cual, dicho elemento, por simple que fuera, se volvía escatológicamente complejo, burdamente denso, y completamente desvirtuado de su sentido original.
Podía comenzar, quizás, en una triste clase de primer año de escuela secundaria en la que apenas estuvo una semana, debido a un error inexplicable, dentro de la materia matemática 1; a cargo de la triste profesora cuya nariz era larga pero parecía no serlo puesto que se encontraba levemente virada hacia la izquierda y esto disimulaba dicha prolongación, aunque al voltearse y quedar de perfil, producía un cierto vértigo su contemplación. Esta mujer, cuyo nombre jamás recordaré por el simple hecho de que era demasiado largo, María Ethel Wallace de Dragonetti, dictaba una triste clase, que era a su vez recibida por el ansioso alumno Martín Tricárico, el cual no estaba demasiado seguro acerca de lo que hacía allí, luego de todo un verano creyendo que su destino académico sería muy distinto. A su lado, un compañero desconocido hasta el momento, que un rato después Martín averiguaría que se llamaba Pappas y que era conocido comúnmente como "el Griego Pappas", y que en el presente no recuerda su nombre de pila, y de hecho se pregunta si alguna vez lo supo; y que en realidad, de griego, según las observaciones de Martín, no tenía un pelo, estaba dibujando, con una tranquilidad sorprendente, distintas parejas de hombres y mujeres realizando diversas y por sobre todo raras, extrañas y piruetezcas posiciones sexuales, aprovechando el hecho de que en el dibujo no había necesariamente ninguna ley de gravedad; y que llevaban a que Martín, obviamente interesado, intentara calcular mentalmente cual sería la forma de practicarlas en la vida real. En aquellos tiempos, Martín era un hombre con una sola idea en la cabeza: el coito sexual. Lo intrigaba enormemente y jamás le fue posible disimular de ninguna forma su mirada interrogante al órgano sexual femenino, el cual, tapado por la vestimenta, despertaba un centenar de distintas imágenes y suposiciones mentales acerca de su anatomía externa, su sabor, y muchas otras características.
"¿Qué es una mina estrictamente vaginal Martín?" Le preguntaba otro de sus compañeros, notablemente fastidiado y falto de paciencia ante la mencionada tipología de mujer enunciada por Martín. El problema más grande fue que Martín jamás pudo explicitar verbalmente dicha idea, generando de esta forma malestar en varias personas de su entorno.
-------------------------------------------------------------------------------------

Cuestión que probablemente por eso me gusta tanto esta banda. Ya desde los tiempos de "Party in you pussy", o "Catholic School´s Girls Rule", había como un cierto eco del nivel de perversión que yo creía poseer. Después me di cuenta que lo poseemos todos, no importa cuánto se hagan los boludos.
Cuestión que Juancho el Pancho (cómo lamento que te hayas ido...) entraba a producir de una esos sonidos vaginales, emebebido en una suerte de quién sabe qué. Mientras tanto, ya había entrado un viejo hijo de su recontra re mil super putísima madre (y hermana también, según se supo hace poco), y miraba raro a Juancito. Lo miraba como extrañado. Con cara "Qué carajo está haciendo este Pelotudo? Nos metió en un quilombo. A este pendejo adicto al chucho no se como seguirlo." Pero el viejo es sabio. Es un viejito infantil, niño, creativo, sabio. Me hace acordar a otro viejito, Pablo se llamaba, escandinavo o checoslovaco. Laburaba en una cabaña donde paré un verano en ese bello pueblito llamado San Marcos Sierras, hoy lamentablemente devenido en depósito de pseudohippies con tarasca que cualquier cosa llaman a papito y mientras tanto dejan basura por todos lados. Este viejito hijo de puta era muy bella persona y yo lo quise mucho. Uno de esos tipos que a los ciento y pico de años siguen sonriendo como si tuviesen cuatro. Se levantan a las cuatro de la mañana, se comen unas uvitas plantadas por ellos mismos, y se ponen a laburar por el puro placer de laburar en lo propio. Por un amor propio muy fuerte, que, al verlo me conmovía mucho. Daba la sensación de que cuando el mundo se fuese a la mierda, como está sucediendo, el tipo iba a estar ahí mandandose unas uvitas y construyendo la tercer pileta.
Al otro viejito, del que colgaba el bajo y miraba raro a Juancito, de pronto la seriedad lo abandona y se presta a jugar. Dice, A LA MIERDA, algo va a salir. Además, no nos hagamos los boludos, ni los tarados, ni miremos para otro lado disimuladamente. A este viejo también le encanta el papo como a nadie en el mundo. Y apenas pone un dedo en alguna de esas cuerdas gordas, gruesas; valga el doble sentido, sale una onda proveniente de las bajas frecuencias, transmitiendo un groove que inevitablemente te mueve. Al principio sólo eso. Unas tónicas. El toque de agua tónica infaltable que necesitamos para aprovechar la medida de gin que ya nos mandaba Juancito. Y allá atrás, apenas se acomoda un poquito en el banquito (que es banquito en relación a quién lo utiliza), el tipo ni la piensa y tira unos golpazos. El tipo se caga de risa, ni le importa. A lo mejor el golpe cae errado o no construye ritmo, bueno a la mierda, ya le embocaremos. Este eterno obrero de los parches, vestido en su overol y gorrita de pendeviejo buena onda; aparece montado en su eterna Pearl, que con él encima parece diminuta, como si semejante gigante manejara un Fiat 600 y la cabalga dandole rienda suelta a su eterna e inacabable inquietud rítmica, funky, violenta y groovera; y esto es algo que siempre me encantó. Esa simpleza material se acercaba más todavía a lo que al principio mencionaba que me hacía recordar a esas zapadas en las salas de ensayo. La batería simplona, un par de acordes y a entrarle a lo bestia.
Pero acá arrancan trancas. Se genera una representación simbólica de una criatura que está naciendo y llora, chilla al principio silenciosamente, emanando los mencionados gritos texturados que salen de esa guitarra punzante, agresiva y a la vez sutil de Frusciante, a la manera de distintos cortocircuitos eléctricos de un grito que no aturde, sino que atrae, lastima y se vuelve una cosa masoquista, incita al llanto, conmueve, y más si estás ahí mismo mirando... Chad y Flea se miran y con eso les alcanza para ponerse de acuerdo, como pudimos ver ya tantas veces en la historia de esta dupla rítmica que parece serle imposible no formar una falange que envuelva y expanda un lienzo sobre el cual Frusciante pinta sus gritos Hendrixianos a la manera de manotazos de pintura con el pincel, cual Pollock de la guitarra. Chad entonces produce su primer apoyatura de la noche y los tres entran en sintonía, en una suerte de melodía de jazz funky que parece que va a explotar en cualquier momento.
Pero dicha explosión se hace esperar. El gran cunnilingus previo que, si está bien ejecutado, con sus pausas impredecibles, sus arrebatos insólitos, sus saboreos lentos, sin apuro, sus silencios repentinos, y sus (solo) aparentes caídas de ritmo, preparan a la mujer para el mejor polvazo de su vida. Como todos los hombres debemos o deberíamos hacer. Y entonces sí, cuando la cosa se va a apagando, cuando parece que el ritmo se pierde en un lentísimo fundido a negro, Chad hace la segunda apoyatura en el tacho de la noche y todo explota cuesta arriba en un éxtasis frenético, eufórico, descontrolado, donde la criatura termina de nacer y grita a todo corazón para que quede claro que está viva, que quiere vivir, que quiere saltar, que está dispuesta a soportar el dolor de la vida misma para seguir viviendo.
Una vez lo colgué en Facebook y la titulé "Intro a la Vida". Ahora entiendo mejor porqué. Y por eso lamento tanto que en river no se hayan mandado una de estas. Qué se le va a hacer...

No hay comentarios: